¿Te gusta conducir?
Hace poco asistí a un herido en un accidente de tráfico.
Mi padre y yo acabábamos de dejar a mi hermano pequeño en una estación de Huelva y volvíamos hacia el Algarve. La carretera estaba en obras, y serpenteaba. Después de un cambio de rasante, nos encontramos con que dos coches habían chocado frontalmente. Dos o tres coches se estaban parando en ese momento para ayudar a los heridos, como hicimos nosotros.
-¡Iba como un loco!
-¡Iba adelantando a todo el mundo, por el carril contrario!
Al parecer el coche que iba en nuestra dirección se había dedicado a adelantar en un cambio de rasante, en medio de una carretera en otras, a toda velocidad. La fuerza del impacto había devuelto su coche a nuestro carril, destrozando la parte delantera del capó. Me acerqué al coche, pero no había nadie dentro.
-¡Se ha largado! ¡Se ha ido corriendo! ¡Qué cabrón! - decía la gente.
El conductor no se veía por ningún lado, así que fui a ver qué podía hacer por el conductor del otro vehículo, al que dos personas ayudaban a salir.
Aparentaba unos 50 años. Tenía corbata y el pelo blanco, peinado hacia atrás y un poco largo. No pude evitar pensar que parecía uno de esos políticos que se dedican a recalificar terrenos en la costa. Estaba tendido en medio de pedacitos de cristales. Le hablé mientras apartaba algunos con la mano.
- No se mueva. ¿Le duele algo?
- El pecho, me duele el pecho.
- No cambie de posición, y no se preocupe, ya hemos llamado a urgencias.
La verdad es que no estaba seguro de que alguien hubiera llamado. Corrí a mi coche para llamar yo. En ese momento ví a 2 personas al otro lado de la carretera, y ví una mano que asomaba por la cuneta. La carretera estaba elevada, y la cuneta hacía pendiente. El conductor presuntamente causante del accidente había salido despedido a través de su parabrisas y había ido a parar ahí, por eso al principio no lo ví.
Ni siquiera llevaba cinturón de seguridad. Un hilillo de sangre le salía de la mano. Un hombre calvo con barba le estaba tomando el pulso en la otra muñeca.
Llegué a mi coche y llamé al 112, mientras otros conductores, con los monos fosforescentes puestos (se me había olvidado ponerme el mío) detenían el tráfico.
- Hola, ha habido un accidente. Huelva. No lo sé, es una carretera en obras, camino de Portugal. Oiga, perdone, ¿sabe usted qué carretera es ésta? ¿No? No lo sabe nadie de por aquí, déjeme que pregunte por otro lado. Perdonen, ¿esta carretera cuál es? ¿La que va a Gibraleón? Gracias. Sí, es la que va de Huelva a Gibraleón. Dos. Dos heridos. No, me dicen que uno está muerto ya. Un herido y un muerto. ¿A cuanto? No sé, veo la ciudad desde aquí. A unos 10 minutos. Sí, 5 kilómetros más o menos. ¿Una señal identificativa? Mmm hay un almacén de muebles. ¿Perdone, sabe cómo se llama ese almacén de muebles? Ramirez. Gracias. Pasado muebles Ramirez. Estupendo. Oiga, mientras vienen, tengo aquí una persona mayor a la que le duele el pecho. ¿Me podría dar unas indicaciones?
Me puso en espera. "Le paso con los servicios sanitarios". Estuve con el movil pegado al oído varios minutos pero ¡no me habló nadie! Al final colgaron.
Pasaron unos minutos más. Encontramos el movil del superviviente y le ayudé a llamar a su hija y a un amigo suyo del ayuntamiento ("Lo sabía"). Me dijo su nombre, pero no me acuerdo. Su coche era un Volvo de los buenos, mucho mejor que el del otro conductor. Además, él sí llevaba el cinturón puesto. El dolor en el pecho sería seguramente una costilla rota.
Llegó la guardia civil y nos dijo que nos marcháramos. Yo me metí en el coche con mi padre, pero llegó la ambulancia y se nos puso delante, así que no nos podíamos ir. Llegó el amigo del ayuntamiento, que conocía a los policías. Vimos cómo encamillaban al político lesionado y cómo le ponían una sábana por encima al otro. La gente casi paraba el coche, morbosa, a ver si veían bien al muerto. Después nos marchamos.
Es la primera vez que veo morir a alguien, y la verdad, no sentí nada cuando ocurrió. Supongo que llegué a pensar que el difunto se lo merecía, por haber conducido de esa forma.
Estoy escribiendo esto en un fichero de texto en mi portátil, para subirlo al blog cuando tenga internet. Han pasado 2 días desde entonces. Los he pasado conduciendo el coche de mi padre, para no pillarle miedo. Pero por mucho que me esfuerzo, no me llega a gustar. Cuando en la autovía bajo los ojos para mirar las revoluciones y vuelvo a mirar hacia arriba, el coche ha avanzado unos 15 metros y se ha desviado hacia la derecha o la izquierda medio metro. Cualquiera puede perder la atención en el momento más inoportuno porque tenga un mal día, se maree o tenga un ataque de tos.
Sigo pensando que los ordenadores están mucho más capacitados para conducir los coches que los humanos.
¿Y a vosotros? ¿Os gusta conducir?
Mi padre y yo acabábamos de dejar a mi hermano pequeño en una estación de Huelva y volvíamos hacia el Algarve. La carretera estaba en obras, y serpenteaba. Después de un cambio de rasante, nos encontramos con que dos coches habían chocado frontalmente. Dos o tres coches se estaban parando en ese momento para ayudar a los heridos, como hicimos nosotros.
-¡Iba como un loco!
-¡Iba adelantando a todo el mundo, por el carril contrario!
Al parecer el coche que iba en nuestra dirección se había dedicado a adelantar en un cambio de rasante, en medio de una carretera en otras, a toda velocidad. La fuerza del impacto había devuelto su coche a nuestro carril, destrozando la parte delantera del capó. Me acerqué al coche, pero no había nadie dentro.
-¡Se ha largado! ¡Se ha ido corriendo! ¡Qué cabrón! - decía la gente.
El conductor no se veía por ningún lado, así que fui a ver qué podía hacer por el conductor del otro vehículo, al que dos personas ayudaban a salir.
Aparentaba unos 50 años. Tenía corbata y el pelo blanco, peinado hacia atrás y un poco largo. No pude evitar pensar que parecía uno de esos políticos que se dedican a recalificar terrenos en la costa. Estaba tendido en medio de pedacitos de cristales. Le hablé mientras apartaba algunos con la mano.
- No se mueva. ¿Le duele algo?
- El pecho, me duele el pecho.
- No cambie de posición, y no se preocupe, ya hemos llamado a urgencias.
La verdad es que no estaba seguro de que alguien hubiera llamado. Corrí a mi coche para llamar yo. En ese momento ví a 2 personas al otro lado de la carretera, y ví una mano que asomaba por la cuneta. La carretera estaba elevada, y la cuneta hacía pendiente. El conductor presuntamente causante del accidente había salido despedido a través de su parabrisas y había ido a parar ahí, por eso al principio no lo ví.
Ni siquiera llevaba cinturón de seguridad. Un hilillo de sangre le salía de la mano. Un hombre calvo con barba le estaba tomando el pulso en la otra muñeca.
Llegué a mi coche y llamé al 112, mientras otros conductores, con los monos fosforescentes puestos (se me había olvidado ponerme el mío) detenían el tráfico.
- Hola, ha habido un accidente. Huelva. No lo sé, es una carretera en obras, camino de Portugal. Oiga, perdone, ¿sabe usted qué carretera es ésta? ¿No? No lo sabe nadie de por aquí, déjeme que pregunte por otro lado. Perdonen, ¿esta carretera cuál es? ¿La que va a Gibraleón? Gracias. Sí, es la que va de Huelva a Gibraleón. Dos. Dos heridos. No, me dicen que uno está muerto ya. Un herido y un muerto. ¿A cuanto? No sé, veo la ciudad desde aquí. A unos 10 minutos. Sí, 5 kilómetros más o menos. ¿Una señal identificativa? Mmm hay un almacén de muebles. ¿Perdone, sabe cómo se llama ese almacén de muebles? Ramirez. Gracias. Pasado muebles Ramirez. Estupendo. Oiga, mientras vienen, tengo aquí una persona mayor a la que le duele el pecho. ¿Me podría dar unas indicaciones?
Me puso en espera. "Le paso con los servicios sanitarios". Estuve con el movil pegado al oído varios minutos pero ¡no me habló nadie! Al final colgaron.
Pasaron unos minutos más. Encontramos el movil del superviviente y le ayudé a llamar a su hija y a un amigo suyo del ayuntamiento ("Lo sabía"). Me dijo su nombre, pero no me acuerdo. Su coche era un Volvo de los buenos, mucho mejor que el del otro conductor. Además, él sí llevaba el cinturón puesto. El dolor en el pecho sería seguramente una costilla rota.
Llegó la guardia civil y nos dijo que nos marcháramos. Yo me metí en el coche con mi padre, pero llegó la ambulancia y se nos puso delante, así que no nos podíamos ir. Llegó el amigo del ayuntamiento, que conocía a los policías. Vimos cómo encamillaban al político lesionado y cómo le ponían una sábana por encima al otro. La gente casi paraba el coche, morbosa, a ver si veían bien al muerto. Después nos marchamos.
Es la primera vez que veo morir a alguien, y la verdad, no sentí nada cuando ocurrió. Supongo que llegué a pensar que el difunto se lo merecía, por haber conducido de esa forma.
Estoy escribiendo esto en un fichero de texto en mi portátil, para subirlo al blog cuando tenga internet. Han pasado 2 días desde entonces. Los he pasado conduciendo el coche de mi padre, para no pillarle miedo. Pero por mucho que me esfuerzo, no me llega a gustar. Cuando en la autovía bajo los ojos para mirar las revoluciones y vuelvo a mirar hacia arriba, el coche ha avanzado unos 15 metros y se ha desviado hacia la derecha o la izquierda medio metro. Cualquiera puede perder la atención en el momento más inoportuno porque tenga un mal día, se maree o tenga un ataque de tos.
Sigo pensando que los ordenadores están mucho más capacitados para conducir los coches que los humanos.
¿Y a vosotros? ¿Os gusta conducir?
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Este ha sido el verano en que más he conducido en toda mi vida.
CONCLUSIóN postveraniega-->me gusta conducir